Una vez más, el lobo se despierta solo en su cueva. Está hambriento y amargado. Su abuela le había dicho: «Cuando estés amargado, devórate a un niño bien dulce». Dicho y hecho. El lobo se sienta a esperar en el bosque y no pasa mucho tiempo antes de que una niña aparezca en el camino. Lleva una caperuza roja, una canasta con regalos y… está de muy muy mal humor…
Caperucita Roja no Tiene Ganas | Sebastian Meschenmoser
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